Según se informó, hay conciencia en ciertos legisladores de prohibir bombas de estruendo y petardos de alto impacto en los encuentros deportivos. Sin embargo, sigue sin tenerse en cuenta el daño que producen las explosiones de escapes libres de motos y otros vehículos no solo en los niños con trastornes de espectro autista, sino en toda la población. Porque en definitiva, estas detonaciones son iguales o peores que la de los petardos.
El estruendo que provocan las motos con los escapes libres o modificados, no solo afecta a las personas con hipersensibilidad auditiva. También afecta a los enfermos hospitalizados, los ancianos, las mascotas o las simples personas que tienen la mala suerte de vivir sobre avenidas o calles aptas para que muchos motoqueros se desplacen a toda velocidad haciendo tronar sus escapes.
Todos estamos expuestos a una contaminación sonora ya insoportable, circunstancia agravada porque estos ruidos se producen todo el año, todos los días, todas las horas y todos los segundos, dado el intenso tránsito que soporta una ciudad moderna.
La Ley de Tránsito de la Provincia de Buenos Aires Nº 11430, en su artículo 28 – Preservación del Medio Ambiente- estipula que, «con la finalidad de preservar la seguridad pública y del medio ambiente, ningún automotor deberá superar los límites reglamentarios de emisión de ruidos y radiaciones parasitarias durante su tránsito por la vía pública, en estacionamiento, terminales de transporte de pasajeros o todo espacio abierto o cerrado destinado al tránsito o permanencia de personas o animales, sean los mismos públicos o privados».
Esta ley no se cumple y nadie la hace cumplir. Tampoco se entiende por qué en los controles anuales de la Verificación Técnica (VTV), parece que se habilitan móviles de toda especie desde una simple moto hasta un gran micro o camión y los escapes, que al parecer no se inspeccionan, siguen tronando en las calles violando la Ley de Tránsito, de lo contrario no viviríamos esta tortura diaria.
¿Cuál será el objetivo de potenciar los escapes? Evidentemente deben sentirse importantes conductores que se esconden tras sus cascos para mostrarse superiores, con la impunidad que les ofrece el Estado, que se convierte en cómplice dejando que enfermen a los vecinos con sus estruendos.
Surge entonces la pregunta: ¿Es tan difícil controlar las motos con ruidos ensordecedores o los comercios donde se vendan los caños de escape modificados para que el estrépito sea mayor, al punto de asemejarse a una bomba de estruendo o una balacera de ametralladora?
La Asociación Argentina de Padres Autistas también deberían sumar sus reclamos ante el daño que provocan los escapes libres en los niños autistas, porque deben soportar los estruendos todo el año.
Parece que los funcionarios no escuchan las detonaciones de escapes libres de motos y automóviles, pero alguien tiene que escuchar estos reclamo ¡¡¡Hagan algo!!!!
N.L.S.