Avellaneda | 29 may 2024
29 Mayo de 1969: estalla El Cordobazo
El 29 de mayo, se produce el gran levantamiento popular en Córdoba. Funcionaba una comisión con Agustín Tosco, Elpidio Torres –de SMATA- y Atilio López entre otros dirigentes. Como resultado de este proceso de lucha, se negociaron la mayoría de los convenios colectivos de trabajo, que aún hoy tienen un impacto en la legislación laboral del país.
En 1969, Argentina estaba bajo el régimen militar de Onganía, quien había llegado al poder tres años antes tras el derrocamiento del presidente radical Arturo Illia. Durante su gobierno, Onganía impuso políticas restrictivas y adoptó medidas económicas que afectaron negativamente a los trabajadores.
El 16 de mayo, los trabajadores llevaron a cabo un paro de 24 horas para protestar contra la dictadura. Posteriormente, en un plenario celebrado el 21 de mayo, los dirigentes sindicales decidieron convocar a un paro activo de 37 horas, que tendría lugar el 29 de mayo.
El día del Cordobazo, la ciudad de Córdoba amaneció sitiada por la policía, que se ubicó estratégicamente en los puentes sobre el río Suquía. Los primeros enfrentamientos ocurrieron en torno a estos puentes, pero la movilización fue incontenible. A pesar de la represión policial, con el uso de gases lacrimógenos y ráfagas de armas de fuego, la protesta desbordó los bloqueos.
Ya, el 13 de mayo los estudiantes habían tomado el barrio cercano a la Facultad de Medicina, el Barrio Clínicas. Y lo mantuvieron tomado sin dejar entrar a la policía, hasta el 29. Ese 29 de mayo se da un paro activo al que convocan la CGT de los Argentinos y es preparatorio de un Paro Nacional que iba a ser el 30 de mayo.
Cuando la columna de Smata venía marchando desde Luz y Fuerza para llegar al centro y encontrarse con el resto de las columnas, hay represión policial, muere un obrero y empieza la rebelión. La policía retrocede a los cuarteles, Onganía manda al ejército a reprimir. El ejército decide no salir, apostando a que se diluya.
Ya había una fuerte crisis dentro del ejército, porque Onganía había dejado de ser aquel del ’66, que “no tenía plazos, solo objetivos”, que después de los levantamientos provinciales se mostraba muy debilitado. Había un gran crecimiento de la capacidad movilizadora de la clase trabajadora, que cuestionaba cada vez más, y se ponía al frente de los conflictos Había una experiencia de masas, una fuerza que irradiaría a toda la política “por venir”. Comenzaba a darse una clara construcción de poder en los sectores populares.
El Cordobazo, era el comienzo del fin de la autodenominada “Revolución Argentina”, era el fin del Onganiato, la dictadura comenzaba a retroceder. (...*Breve historia del movimiento obrero argentino. UTE"...)
La aplicación del plan del ministro Adalbert Krieger Vasena con medidas liberales como la suspensión de los convenios colectivos de trabajo y el congelamiento de salarios actuó también como catalizador, especialmente en Córdoba, que en esos años concentraba la industria automotriz y metalmecánica. Una resolución en particular fue la que sirvió de disparadora: la derogación del "sábado inglés", una ley que establecía el pago doble para cada hora trabajada después de las 13.
“En 1969, el descontento de los trabajadores metalúrgicos, de la industria automotriz, de Luz y Fuerza y del sindicato de transporte fue en aumento por cuestiones de cada sector y, también a causa de la política nacional, propició una gran huelga. La confluencia de tres dirigentes sindicales dio inicio al Cordobazo: Elpidio Torres, Atilio López (peronistas) y Agustín Tosco (cuya filiación era de izquierda)", completa. ( Gabriel Di Meglio, en el texto Un instante de victoria (2019).
El jueves 29 a las 11 horas los obreros salieron de las fábricas y se movilizaron al centro para hacer un acto frente a la sede de la CGT local.
El gobernador de facto local, Carlos Caballero, vació la ciudad y trató de impedir la llegada de la movilización. Mientras se reunían, la policia asesinó al obrero metalúrgico Máximo Mena cuando su columna fue interceptada con balas de plomo.
La bronca se extendió entre los manifestantes y los vecinos que desde los techos de los edificios arrojaban piedras a la policía, especialmente en el Barrio Clínicas habitado por universitarios. Trabajadores y estudiantes empezaron a controlar del centro de la capital provincial con barricadas y piquetes, que se inmortalizaron en cientos de postales fotográficas.
Con la ayuda del Ejército, el gobernador Caballero retomó al día siguiente el control de la ciudad. Si bien no hay cifras oficiales, se calcula que hubo más de 30 muertos por la represión además de cientos de detenidos entre los que se encontraban Tosco, Torres, López y otros dirigentes.
La movilización estuvo claramente encabezada por las columnas de los sindicatos (SMATA, Luz y Fuerza, UOM, UTA) que avanzan hacia el centro de la ciudad. Se movilizan de 3.000 a 4.000 obreros de IKA a la que se suman 1.000 metalúrgicos. También marchan los obreros de combativas fábricas como Perdriel, ILASA, y Perkins, así como de IME y la Fiat (aunque no organizados) también participaron. En el caso de Luz y Fuerza la columna había reunido a 1.000 trabajadores mientras que los empleados públicos, bancarios, judiciales, municipales y de comercio también fueron de la partida.
Junto a los obreros industriales, la otra fuerza social movilizada en importancia es la de los estudiantes universitarios que resisten en el Barrio Clínicas. La unidad obrera estudiantil fue una de las claves de la jornada y un signo de la época.
La dictadura intentó frenar el avance de las columnas y la represión provocó la muerte del joven obrero Máximo Mena que integraba la columna de la planta Santa Isabel de la firma IKA. La noticia corrió como reguero de pólvora y la ciudad fue ocupada por los obreros y estudiantes que derrotaron a la policía y ocuparon 150 manzanas alrededor del centro, que en una verdadera escena de batallas callejeras y guerra de guerrillas urbana se cubrieron de barricadas, comenzando a coordinarse entre sí para frenar la represión.
Para retomar el control, la dictadura debió apelar al Ejército que por la noche del 29 y la madrugada del 30 se enfrentó a nidos de francotiradores que cubrían el repliegue de los manifestantes.
El gral. Elidoro Sánchez Lahoz, del III Cuerpo del Ejército, uno de los encargados de la represión del levantamiento, dejó una imagen patente de la situación de enfrentamiento: “Me pareció ser el jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas. La gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas”.
El movimiento ocupó la ciudad y derrotó a las fuerzas policiales pero fue insuficiente para frenar al Ejército que obliga a la retirada hacia los barrios. Los obreros y estudiantes carecieron de armamento popular y de organizaciones capaces de plasmar la unidad combatiente en las calles. No contaron a su frente con un partido revolucionario de clase que fijara el objetivo de derrotar al Ejército y la dictadura. (Facundo Aguirre. La Izquierda Diario)
A las 11 h, como estipulaba la decisión de las conducciones sindicales, se produjo el abandono de los lugares de trabajo. A esa hora, luego de dudas y polémicas, la UTA se había sumado a la medida de fuerza y la parálisis de la actividad era total. Desde diversos puntos se ponen en movimiento poderosas columnas obreras. Marchan al centro de la ciudad. Para ser más precisos, marchan al encuentro de la historia.
El combate ya palpitaba en cada músculo, en cada movimiento de brazos al tomar una barra de hierro o guardar bulones en los bolsillos mientras se dejaban atrás las plantas. Las molotov, lógicamente, se incorporan al arsenal. Lina Averna, obrera automotriz, lo recuerda casi al detalle: “A mí me tocó hacer la punta en el abandono de tareas del 29 a las diez y media. Nos subimos a una estanciera del Smata y enfilamos hacia el centro de Córdoba. Recuerdo que me agarré un susto grande cuando vi en la parte trasera del auto
La marea humana iba a chocar con la represión en aquel punto. Las fuerzas policiales, dispuestas a impedir el paso de la multitud hacia el centro, lanzan gases y disparan. La enorme columna se divide. Los enfrentamientos, que se habían iniciado en el microcentro media hora antes, se potencian. Cobran magnitud. Miles de combatientes se despliegan por las calles del barrio Güemes y los campos de la Ciudad Universitaria. La policía retrocede, deseando no dejarse envolver por aquel enjambre obrero y popular.
La ciudad empieza a poblarse de barricadas. En aquel sinfín de corridas, piedrazos y gritos, un levantamiento popular va emergiendo de las entrañas de la movilización y la huelga general. (…)
La ciudad ya está en manos de decenas de miles de personas que combaten, apoyados por la simpatía de cientos de miles. Cada casa es una trinchera. Cada habitante un partisano: activo o en reserva. (…)
Las Fuerzas Armadas solo podían entrar a la ciudad cuando las multitudes hubieran abandonado la escena; en el momento en que las masas, agotada su energía en el combate, se retiraran del centro de la ciudad en centrífuga dinámica. Lo contrario implicaba poner al Ejército frente a las mismas; “un desastre de consecuencias imposibles de imaginar”.
La resistencia se concentra en Barrio Clínicas. Amparándose en la geografía de las calles estrechas y en la enorme solidaridad de la población, miles de estudiantes y obreros resisten la avanzada represiva. La hostilidad impide avanzar a las tropas; durante una parte importante de la jornada, el Ejército no puede hacerse con el control del barrio. A las 16 h, temiendo nuevas movilizaciones y acciones, el poder militar adelanta el toque de queda. (…)
La lucha dura horas. El avance militar no es un paseo; se combate cuadra a cuadra. Concentrados en los techos, los estudiantes dificultan el accionar de los efectivos. Hacia el final de la noche, sin embargo, el Clínicas ha sido tomado tras una persistente resistencia.
La crónica de estas horas da testimonio, también, del accionar popular en barrios como Yofre, Talleres y Nueva Italia. Se registran intentos de tomas de comisarías, barricadas y enfrentamientos parciales. Esos focos aislados son incapaces de torcer la dinámica general de los acontecimientos. (…)
Los números oficiales contabilizan 13 personas muertas o asesinadas. La memoria popular conservará cifras varias veces más altas. Los heridos se contarán por miles. Los daños alcanzarán montos siderales. (Eduardo Castilla, El Diario AR)
Como resultado de este proceso de lucha, se negociaron la mayoría de los convenios colectivos de trabajo, que aún hoy tienen un impacto en la legislación laboral del país. Estos acuerdos, a pesar de las múltiples modificaciones a lo largo del tiempo, continúan siendo objeto de debate y disputa, ya que algunos sectores políticos y económicos los consideran un obstáculo para la modernización o, según otros, una oportunidad para "flexibilizar" las relaciones laborales.